Ajedrez, piezas…

Ajedrez, piezas;

«que mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio; y en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura».

El Quijote, II, 12.

#diariocovid19

Querido diario: Cada vez que veo por la tele que siguen aumentado los contagios y los muertos, pero que todo va bien, me acuerdo de ese narcocorrido mexicano que decía: “el día que la mataron, Rosita estaba de suerte, de tres tiros que le dieron no más uno era de muerte...”.

Siempre me ha gustado conocer a personas inteligentes y aprender de ellas, pero en estos días, lo que más valoro es conocer a personas amables, humildes, optimistas y generosas.

En estos días difíciles, creo que hay que tratar más que nunca ser como esas personas. Empiezo a cansarme un poco del «Yo no estoy de acuerdo en cómo se están haciendo las cosas, PERO…«. Ese «pero«. Ahí está el problema. Que lo de leer diarios ajenos nunca ha estado bien, pero si los lees, guárdate el pero. Los que me mandan mensajes privados de ese tipo por RRSS, no termino de entender muy bien cómo funcionan, espero que en algún momento lo consiga, porque los aprecio e incluso a algunos los quiero.

Creo empezar a entender lo que le está pasando a cierta parte acostumbrada a «mandar» en esto de las redes sociales. Tengo otras dos cuentas en twitter, y una en Instagram como ya sabes. Y creo que lo que pasa es que, de repente, la gente que trabajamos todo el día, que llegamos agotados a casa, pues que no éramos activos en las redes. Estábamos trabajando, en nuestro medio de vida, en nuestras tareas domésticas, cuidando de los nuestros… Y, de repente entramos en las redes, y claro lo flipamos. Lo flipamos, y no nos callamos. Porque son nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros hijos, nuestras parejas, nuestros amigos. Nuestros muertos. Nuestros negocios, nuestras nóminas… Y decimos lo que pensamos. Efectivamente, estamos en casa y vamos y tuiteamos, escribimos un diario en Facebook … y claro, los «de siempre» están perplejos. ¿Hay gente que piensa distinto?. Pues parece que sí. La sociedad somos un abanico. Los de arriba, se creían que detrás de sus palmeros no existía la gente. Vivían endiosados en una nube, que no viven la realidad de la gente, el día a día. Viven su realidad que no es la de la mayoría de Españoles y así les va ahora.

Efectivamente, es lo que está pasando, los que estaban todo el día en las RRSS opinando de lo malos que somos los que no pensamos como ellos, ven que ahora -tenemos tiempo para, sencillamente, no callarnos- … y están flipando como por mucho que quieran tergiversar, manipular y retorcer los hechos y las palabras, se quedan como el rey del cuento, que iba en pelotas y han empezado a decírselo… Asco dan. Y llamándonos trol o bot de la ultraderecha creen que van a conseguir silenciarnos. Esta puede ser la revolución de la gente normal.

Los que trabajamos para ganarnos la vida sin depender de subvenciones ni pesebres.

Nos cuesta manifestarnos o escribir en redes, pero es que ya la negligencia del gobierno ha colmado nuestra paciencia. Sólo les falta decirnos: Muéranse y no molesten. Quitando lo de comprar el papel higiénico, que sigue siendo para mí el tercer secreto no revelado de la Virgen de Fátima, me empecé a preocupar de manera precoz cuando las cosas en Italia se pusieron feas, me llamaron alarmista y otros epítetos que no te voy a contar. Cuando dije que había que cerrar el Ayuntamiento al público, las instalaciones deportivas, el teatro, la biblioteca, antes de la declaración del estado de alarma, algunos compañeros, que no responsables políticos que sí te escuchaban con atención y preocupación, me llamaron loco. Me dijeron incluso que adónde iba a parar por plantearme siquiera que la Feria no se celebrara. Me da la sensación de que han pasado eones desde ese momento. Me sorprendió mucho que se celebraran las actividades de mítines, futbol y manifas del fatídico finde del 8M, pero confieso que salvo algún comentario doméstico y un críptico post en el muro el 26 de febrero, no me atreví a poner nada más en las redes. Por prudencia o, ¡Qué carajo! Por temor. Hoy, algún gilipollas se atreve a llamarte Capitán A Posteriori y tienes que agachar la cabeza porque no tuviste el valor de decirlo cuando te pareció.

Se ha prorrogado el estado de alarma, nadie puede discutir la necesidad. Pero sin pruebas masivas no sabremos si existe inmunidad colectiva y cuándo podremos volver seguros a cierta normalidad. Lo contrario será un experimento social. Una especie de: soltemos poco a poco a ver qué ocurre y si vuelve el repunte metemos marcha atrás. El pasado no se puede cambiar, pero y el presente…? De momento nos han robado la primavera, no abril como decía Sabina, sino la primavera entera. Lo que tengo claro es que, con tiempo o sin él para las redes sociales, no me pienso callar más.

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