Diario de #Covid19
Querido diario:
Hay ya un informe de expertos con apariencia de ser bastante solvente, ya han hablado y se han pringado, Ya saben cuándo va a colapsar el sistema sanitario incluso por zonas de España.
La información está en Internet y no en la prensa, radio y televisión convencionales. Les ruegan al Gobierno que tome una serie de medidas por zonas y en fases. Veremos qué pasa. Se prorroga el estado de alarma 15 días más.
La buena noticia es que las acciones tomadas hasta el momento son correctas y van en la buena dirección. La mala es que sigue habiendo muchos listos, ojalá se les monitorice con sus móviles geolocalizados y se les pida cuentas cuando toque. Incluidos los que salieron a escape cuando se anunció un día antes que se declararía el estado de alarma.
Independientemente de las decisiones que adopten las autoridades, cada uno de nosotros somos un vector de contagio y un factor de colapso del sistema sanitario. El #YoMeQuedoEnCasa ha quedado claro que no es un mantra para tenernos entretenidos, es nuestra única medida eficaz de contribuir mientras esperamos los test rápidos, efectivos y eficaces a la población, la criba de todos los contagiados aún sin síntomas, los tratamientos y la vacuna.
Para mi al menos, hay más buenas noticias. El nacionalismo –todos los nacionalismos– ha quedado pulverizado por la envergadura colosal de la pandemia, por el peligro devastador de sus posibles consecuencias, por las frases lapidarias de Emmanuel Macron («es la guerra») y de Angela Merkel («el mayor desafío desde la segunda guerra mundial»). Estamos en un trance de supervivencia en el que se prima el sentido solidario, el espíritu de colaboración, la cercanía con los vulnerables, el civismo y el ejercicio de la ciudadanía. Quien se aparte de esa línea de conducta que sintoniza con las necesidades colectivas, se queda en la cuneta, no es escuchado, ni atendido, ni considerado. Por eso los independentistas con sus esencialismos y sus obsesiones, con ese nacionalismo recalcitrante que transparenta una nimiedad moral sofocante, se asemejan a unos marcianos en nuestro mundo de hoy. Unos extraterrestres.
El que hasta la enfermedad se globalice, ha derrotado al nacionalismo y, seguramente, también al populismo, y después de una economía globalizada, ahora estamos entrando en una nueva era de universalización de conductas. La identidad ya no es la que fue, sino que ha quedado reformulada en el sentido más fieramente humano: en la fortaleza de la unidad y la capacidad de adaptación y en la debilidad de la introspección.
El actual Gobierno de España ya no es de coalición progresista. Es un Ejecutivo de gestión, de salvación nacional, de emergencia. Ha aplazado todos sus planes y abandonado todos los programas, salvo uno: la reconstrucción. Los ministros que no estén por la labor, ya está tardando su purga y expulsión. No es el fin de la historia, pero sí de esta historia de fronteras, fielatos y rediles. Estamos en el aplauso anónimo a las 20 horas de cada día; en el confinamiento doméstico; en el temor y en la esperanza.
Pero si la receta comunicativa del Gobierno durante la cuarentena Coronavirus va a ser un tostón de Sánchez cada sábado por la noche, sin anunciar nada nuevo y con preguntas filtradas mal contestadas de postre, los balcones de España se van a calentar enseguida y eso no va a ser bueno para nadie.
En esta crisis, hay otras víctimas además de los enfermos. Médicos, enfermeros, auxiliares de clínica, celadores, policías, militares, cajeros, personal de limpieza, técnicos de ambulancias… (es interminable la lista y no uso el inclusivo) miles de personas nos están cuidando con riesgo de su salud, y algunas ya han enfermado y hasta han muerto. Y es que tampoco es eso. No se puede aceptar que su vocación de servicio les cueste tan cara por falta de medios. Sería una estafa de la sociedad hacia estas personas. Les están faltando elementos de protección. Hay que buscarlos donde sea y usarlos ya. Todos los recursos existentes ahora, para los que tenemos una prioridad humana, son para el bien común. Y, si la avalancha de necesidades han convertido hasta las mascarillas en producto de difícil obtención, pongan a las industrias a coserlas. Nos estamos poniendo los ciudadanos esperando que tengan alguna utilidad. El Gobierno debería seguir nuestro ejemplo, mejor que nosotros seguir el suyo. Hay que resistir y sufrir pero teniendo presente, sin embargo, que tras las pestes medievales del XIV, vino el Renacimiento, y el Humanismo y la Ilustración. Este tremendo revulsivo puede ayudarnos a configurar una sociedad nueva en la que prime lo verdaderamente importante y sepa librarse de las malas hierbas. Porque, si no, tanto sufrimiento no habrá servido para lograr un futuro mejor.