La Tribu de los Nada

Hoy ya sabemos que #EstoSeAcaba. Como problema sanitario, al COVID le quedan dos telediarios, por más que se empeñen los agoreros celebrities de las variantes y el ZeroCOVID. Como problema social, le queda algo más. Hablemos de la «Tribu de los Nada».

La «Tribu de los Nada» es un retrato sociológico que nace ligada a otro fenómeno: la Dictadura del EVS, o Estilo de Vida Saludable. Lamento si es «spoiler» para alguien. Es bienintencionado.

Sostengo que la «Tribu de los Nada» lleva «de fiesta mayor» una larga temporada. ¿Quién, cómo es posible estar de fiesta en estas circunstancias? Vamos al lío.

Todo empieza por saber que… » SOMOS ANIMALES SOCIALES. » Tanto si te gusta como si no te gusta.

Las personas humanas nos hablamos, nos abrazamos, nos tocamos, nos juntamos, nos besamos, nos damos la mano, nos acariciamos o nos pegamos, COMPARTIMOS espacios queramos o no, nos miramos en distancias largas para si hay suerte poder olernos en las distancias cortas.

Esta Tribu quiere un mundo de FILTROS por todos los lados posibles. No solo comprende, sino que apoya y APLAUDE que alguien en una funeraria te impidan abrazar a un familiar para encontrar el consuelo que toda la vida ha acompañado a la pérdida de un ser querido.

En su grado de PARANOIA, de trastorno obsesivo compulsivo por «la salud» (la supuesta salud), en su absoluta devoción por ser antisociales, cualquier acción es repudiable si consideran que puede poner en peligro su torre de cristal.

Para la Tribu, la mejor forma de vivir sería eliminar de nuestro entorno TODO lo que potencialmente pudiera suponer un posible elemento que sería capaz, de llegar a estar compuesto de algún componente cercano, a lo que podría considerarse un contacto.

Es decir: todo, sin matices. » Y cuando eliminas TODO lo que te queda es… » La NADA. » De ahí el nombre de «Tribu de los Nada».

En realidad es una forma de TOC (trastorno obsesivo compulsivo), que parte del axioma falso de que la interacción con el entorno nos corrompe. FALSO. Nos hace más fuertes, educa a nuestras células, nos entrena para ser multirresistentes a condiciones adversas.

Si no se trata de entornos excepcionalmente agresivos, o que para los que por un condicionante genético presentemos alguna vulnerabilidad, la interacción con el mundo y con nuestros congéneres nos sienta ESTUPENDAMENTE. Nos educa, nos reconforta, nos hace madurar.

No es que la inmunidad de rebaño sea mejor o peor, más o menos viable, más o menos ética. Es que es como el ser humano lleva en el planeta 140.000 años: enfermando, recuperándose e inmunizándose. Con vacunas o de forma natural. Eso es CIENCIA. Lo demás es FICCIÓN.

No hay oportunidad alguna en la limitación de todas las características de nuestra especie como seres sociales. Características que están previstas además, por códigos GENÉTICOS y CULTURALES, para poder iniciar aproximaciones con las personas que nos rodean.

Aproximaciones que llevan a todo tipo de relaciones: comerciales, profesionales, de intereses mutuos, de amistad, de amistad profunda, de sexo sin amor, de amor sin sexo y, en los casos en los que se lanzan los dados y sale DOBLE SEIS, de amor con sexo.

El contacto humano es parte de un modus vivendi. Incluso si hay quienes ahora viven el entusiasmo de que cuando pase la pandemia se mantendrán las medidas del miedo y la desconfianza. Si finalmente es así no se lo perdonaré nunca. JAMÁS.

El fascismo llama a la puerta

Hace 232 años el pueblo de Francia tomó la Bastilla para decirle al despotismo ilustrado «a callar». Desde entonces, con tiras y aflojas, con avances y retrocesos, se organizó el contrato social que hemos conocido hasta ahora: el Estado de Derecho. Eso ha muerto.

El Estado de Derecho NO consiste en:

– Votar cada x años.

– Separación de poderes.

– Democracia más o menos profunda.

– Derechos de las minorías.

– Derechos sociales.

– Etc.

Todo eso son herramientas. Válidas. Necesarias. La MÁXIMA del Estado de Derecho es otra.

La máxima del Estado de Derecho es que el individuo es el SUJETO de derechos inalienables, que le son suyos por el mero hecho de haber nacido y existir. En el Estado de Derecho, en cualquiera de sus formulaciones, el Estado RECONOCE los derechos, NO los otorga.

En un Estado de Derecho, la ciudadanía es el resultado de la necesaria organización social de esos individuos, que son poseedores NATOS de sus derechos. Y de la armonización de esos derechos naturales, surge un régimen de libertades para GARANTIZAR su ejercicio.

Así pues, las libertades de la ciudadanía no pueden ser ampliadas o restringidas en función de lo que las autoridades entiendan como comportamiento más o menos «responsable» de sus administrados. Entender esto es crucial, así que insisto en ello.

Un Estado de Derecho SÍ puede y DEBE restringir los derechos de individuos CONCRETOS que traspasan los límites del régimen de libertades comúnmente aceptadas. Un Estado de Derecho NO puede ni DEBE restringir libertades de la ciudadanía como conjunto de individuos.

¿En ningún caso? Aquí es donde viene la gracia del asunto. Todo Estado de Derecho se dota de unos mecanismos. En el caso español esos tres mecanismos son:

– Estado de Alarma.

– Estado de Sitio.

– Estado de Excepción.

En España, el Estado actual es el de Alarma.

Son mecanismos que permiten, precisamente, restringir libertades y derechos para hacer frente a situaciones excepcionales. Cuando digo (y sostengo) que el Estado de Derecho ha muerto voy más lejos que la obviedad de que la situación actual es la del Estado de Alarma.

El Estado de Derecho ha muerto porque la premisa indiscutible sobre la que se asienta, la soberanía del individuo como sujeto de Derechos y de la ciudadanía como cuerpo político que se dota de libertades para ejercerlos de forma armónica, ha saltado por los aires.

El poder político, de forma global (no por «conspiranoias globalistas»), tomó la decisión, en una espiral de contagios sin precedentes y fruto de la globalización (no del «globalismo»), de despojar a la ciudadanía de sus libertades, y al individuo de sus derechos.

Derechos, repito, que son PROPIEDAD del indiviudo, y que son INALIENABLES. Libertades, repito, que son PROPIEDAD de la ciudadanía, no de los Estados, no de los Gobiernos. Desde hace un año, esos valores de un Estado de Derecho dependen exclusivamente del miedo.

Miedo cuando las cifras de hospitalizaciones se disparan. Miedo a que las cifras suban cuando están bajando. Miedo a la ciudadanía, a la que se considera IRRESPONSABLE, algo que ‘per se’ ya es una violación en toda regla de los preceptos de un Estado de Derecho.

Las medidas restrictivas se toman porque NO se confía en la ciudadanía. Si se confiara, se le brindarían herramientas para la gestión de la situación. PERO. El Estado de Derecho TAMBIÉN es la cesión de parcelas de esa soberanía a representantes legítimamente elegidos.

Los representantes tienen la obligación de adoptar las medidas que estimen oportunas para hacer frente a cualquier situación que afecte a la «salud pública». Nota al margen: «salud pública» no es «salud de individuos». Es la gestión pública de los recursos sanitarios.

Esas «medidas oportunas»:

NO pueden restringir derechos y libertades en un Estado de Derecho.

SÍ pueden hacerlo en un Estado de Alarma, Sitio o Excepción. Y NO me interesa el relato de si este Estado de Alarma conculca más derechos (que lo hace) de los que toca.

El relato grave, profundo, y que es la verdadera quiebra del Estado de Derecho es la asunción por parte de la propia ciudadanía de que somos unos irresponsables. De que si no es con palo duro y tente tieso, de esta no saldremos jamás. Porque «no hay más que vernos».

Una vez que una ciudadanía ha dado ese paso, el Estado de Derecho ha muerto para siempre. Porque no puede conformar un cuerpo político soberano. Es un imposible lógico: no puede «responsabilizarse» un colectivo que se considera a sí mismo «irresponsable».

Un relato al que se suman, por acción, omisión o desconocimiento, la mayoría de los medios de comunicación, que perpetúan la retórica de la irresponsabilidad ciudadana y la crónica acelerada del terror para traccionar clics que sustenten un negocio moribundo.

Relato que justifica la adopción de medidas tan distópicas como, y esto es lo peor, INEFICACES. Un año después los datos muestran en toda su CRUDEZA que las medidas tienen un impacto mínimo sobre las olas de contagios. Lo tienen, sí: pero es MÍNIMO. Y es CASUAL.

Olas y picos presentan interesantísimos componentes de estacionalidad y ciclos, en los que las medidas no son sino una reacción, que coinciden con las variaciones a la baja, claro, pero que en realidad no impactan en ellas. O lo hacen de forma verdaderamente ESCASA.

Solo así se explica:

Ubicaciones próximas, con medidas dispares y olas similares (Madrid / Cataluña).

Ubicaciones con incrementos «a pesar» de medidas estrictas sostenidas (Francia).

Ubicaciones con bajadas «a pesar» de medidas laxas sostenidas (Florida).

En un contexto político de desaparición del Estado de Derecho, el contexto científico no importa. No importa si las medidas funcionan o no, como no importa si las muertes por trombosis de una vacuna representan un porcentaje despreciable de los casos. Es otra cosa.

Importa que la ciudadanía:

NO sabe.

NO decide.

NO es responsable. En definitiva, NO puede gozar de libertades para ejercitar SUS derechos, porque NO se reconocen esos derechos. Porque NO se cumplen los preceptos del Estado de Derecho.

Y esa dinámica se mantendrá una vez acabado (si es que alguna vez acaba), el Estado de Alarma. La única forma posible de romper esa dinámica es un reconocimiento global y simultáneo de las cadenas de contagio de pánico que nos han traído hasta aquí. Y termino:

Alguien me puede decir: «Oye, Emilio, pero qué pasa, ¿que tú te crees más listo que todos los técnicos en pandemias de todos los países del mundo, o qué?». La respuesta es fácil: la gestión de la pandemia no ha obedecido a criterios técnicos, sino políticos.

Una respuesta en la que ha primado no la obligación ética de velar por la salud pública sin descuidar el régimen de libertades de un Estado de Derecho, sino el pánico político de no contar con mecanismos de control, aunque ello supusiera pérdida de derechos.

Una respuesta cuyas consecuencias son aterradoras. Porque ya lo hemos vivido. Porque la Historia tiene la manía de repetir errores. Porque ya sabemos que una ciudadanía que se considera a sí misma irresponsable elige a «salvapatrias». El fascismo llama a la puerta.

De hecho, probablemente esta perversión del Estado de Derecho es PREVIA a la pandemia: sociedades acomodadas, bienestar «asegurado», conflictos mínimos. El mundo «funcionaba». ¿A quién le importaban los derechos? La pandemia simplemente la ha acelerado.

Así que: NO es por las mascarillas. NO es por las distancias. NO es por la BRUTAL pobreza que se nos viene encima. A TODOS. Es porque el contrato social del Estado de Derecho ha saltado hecho añicos. Se puede ver o no ver. Pero si se ve, no se puede callar.

DEVOLVEDME MI VIDA

Ha pasado un año ya y quiero pedir disculpas públicamente todos aquellos a los que haya contestado seca o agriamente en los últimos meses. Soy consciente, haciendo introspección, de que a veces me paso tres pueblos. Y tengo la sensación de que, últimamente, cada vez más.

En mi disculpa, diré que es que cada vez estoy más hasta las pelotas. Cada día que pasa, me indigna más lo que nos están haciendo. Y como intento tener la buena costumbre de no pagar el mal humor con mi familia, vuelco mi frustración en otros sitios y foros. Y a veces pagan justos por pecadores.

Siento hablar mal, pero estoy hasta los cojones de Pedro Sánchez: de su inutilidad, de su ego grimoso, de sus mentiras, de su ineficacia. De que nos haya traído 120.000 muertos y una ruina de proporciones incalculables y que siga con la misma sonrisa de cretina suficiencia.

Estoy hasta los cojones de que se deje pasar semana tras semana sin acabar con el maldito virus, mientras nos machacan con cada vez más restricciones de nuestras libertades y nos entretienen con falsas promesas que nunca se materializan.

Estoy hasta los cojones de que nos confinen, de que nos obliguen a usar mascarilla hasta para ir al baño, de que nos prohíban divertirnos como siempre lo hemos hecho, de que nos hayan robado nuestra vida… mientras otros países han sabido y podido controlar el virus.

Estoy hasta los cojones de que nos mientan, de que no haya una puñetera estadística fiable, de que nos oculten muertos, de que improvisen medidas de un día para otro, de que se contradigan de una semana a la siguiente, de que no exista ni un mísero plan de nada.

Estoy hasta los cojones de que quienes nos gobiernan no paguen por todo el daño que nos han hecho, de que las altas instancias jurídicas sean aún más asquerosas que quienes nos gobiernan y no obliguen a nadie a rendir cuentas.

Estoy hasta los cojones de todos los que han ayudado y siguen ayudando a Sánchez:

… De tertulianos sologripistas a sueldo del poder que pasado el 8M se reconvirtieron con toda su puta jeta en agentes del «la culpa la tenéis los españoles de a pie, que no obedecéis»…

… De intoxicadores o frikis soloplandémicos que ayudan a difundir el mensaje de que no hay que hacer nada contra un virus que, según ellos, no existe. Con lo que Sánchez, que no hace nada útil, no sería tan malo, después de todo. ¿Para qué luchar contra algo inexistente?

… De gente que difunde falsas esperanzas, que ayudan a que la gente deje pasar el tiempo sin reclamar que se acabe de una vez por todas con el virus, mientras seguimos sumando 500 o 1000 muertos semanales.

… De gente que se empeña en explicarte (¡en explicarte!) por qué no podemos tomar nosotros las medidas que otros países han tomando, con éxito, contra el coronavirus.

Estoy cada vez más harto de todo y de todos (de todos los que ayudan, de una forma u otra, a prolongar esta angustia). ¡Quiero que me devolváis mi vida, hijos de mala madre! No quiero que me vendáis mierdas de nuevas normalidades. Metéoslas por donde os quepan.

Devolvedme MI vida, cabrones. Mi vida de siempre. En la que mis problemas eran pequeñitos y ridículos y no vivía con la angustia perpetua de morirme yo o, peor aún, de que se me muera un ser querido.

Quiero volver a salir a la calle sin mascarilla, sentarme en una terraza con mi familia, tomarme mi cervecita mientras me como una tacita de caracoles o una caballa.

O por lo menos querría tener esperanza de que algún día no lejano será así. ¿De qué sirven las muertes, la ruina y los sacrificios si quienes nos gobiernan se dedican a importar nuevos brotes y nuevas cepas por las fronteras? ¿Por qué no tenemos una estrategia de cero-COVID?

¿Por qué, cada día que pasa, tengo más y más la sensación de que quienes nos gobiernan NO QUIEREN acabar con la pandemia, porque se sienten muy cómodos viendo cómo aguantamos, sin rechistar, cada vez más machaque?

Nos gobiernan con el miedo. Y la pandemia les ayuda a que ese miedo no desaparezca. Por eso estoy cada vez menos seguro de que les interese acabar con la pandemia: es su fuente de poder. La muerte y la ruina que nos imponen es solo (para ellos) un molesto efecto secundario.

En fin, perdonad el exabrupto. Pero es que estoy MUY hasta los cojones (no se me nota, ¿verdad?). Y reitero mis disculpas a todos aquellos con los que lo llevo pagando en los últimos meses.

20 minutos, con eso bastaría

#covid19

Querido diario:

Dicen en el canal de 24h de TVE que, si no se respetan las medidas, la fase de transición llegará más tarde. Es la advertencia del Ministerio de Sanidad ante la irresponsabilidad de algunos adultos en los paseos de los niños. Es de suponer entonces que a los 7.000 sanitarios contagiados esta semana también los han sacado mal a la calle. Parece que los sanitarios, con sus denuncias en las redes sociales, van a conseguir que por fin se comiencen a hacer test al personal sanitario. Otra cosa más que tendremos que agradecerles para siempre, no olvidemos que están siendo amenazados aún cuando no infringen ninguna norma legítimamente aprobada.

Sinceramente, creo que a cualquiera de las personas que me merecen ser tenidas en cuenta, no les importaría que por fin saliese alguien y que con sólo 20 minutos, no más, nos dijera palabra arriba o palabra abajo:

-Sí. El desconfinamiento aumentará las probabilidades de contagio. Y probablemente también las de muertes. Pero en este momento son probabilidades asumibles por esto, por esto y por esto otro. Y porque la capacidad de los hospitales está en un porcentaje tal y lo de la curva que lo digan de pasada, ya nos lo sabemos.
- No. No existe el riesgo cero de salir a la calle. Pero, aún con la conducta incívica de otros, si usted es capaz de respetar los protocolos de higiene, vestimenta, distancia y seguridad en general, el riesgo de contagio es bajo. Es decir, en gran parte depende de usted que se contagie o no, el Gobierno de España no puede hacer nada al respecto.
- Que si lo que usted pretende es salir a la calle con la probabilidad de contagio cero, mejor déjelo, quédese en casa y haga la vida de un cartujo o una clarisa capuchina. Ya le avisaremos cuando estén las vacunas, en el mejor de los casos.
- No. El dinero no es infinito. Las consecuencias de un encierro masivo pueden ser, a día de hoy, peores que las de los contagios controlados. Por tanto, debemos retomar la actividad de manera gradual con estos protocolos que ya tenemos diseñados por sectores y zonas.
- Sí. Nos equivocamos en la previsión, en la adopción de medidas y en el aprovisionamiento de material sanitario, pese a estar advertidos, entre otras cosas. Hoy es más importante acabar la gestión empezada, sólo faltaba que el capitán abandone el barco en mitad de la tormenta, pero se depurarán responsabilidades llegado el momento.

Así, creo que el Gobierno de España conseguiría que muchos que a título personal nos hemos descolgado, nos volviéramos a enganchar. Con lo personal me estoy refiriendo, en lo ideológico, como ciudadano. Mi compromiso profesional con lo público sigue en pie, incólume. Nada de lo que pase hará que eche el culo para fuera cuando llegue el momento de apencar, como lo vengo haciendo hasta ahora, dando lo mejor de mí mismo, pero lo haría con más ilusión con un Gobierno que tuviese, de una vez, los arrestos de decir algo como lo que te acabo de contar.

Sólo 20 minutos por favor. El runrún de comparecencias vacías, ya es imposible de soportar y el canal 24h de TVE me recuerda cada vez más a Barrio Sésamo.

Otra cosa que me gustaría es que no me tutearan, especialmente el Presidente del Gobierno. No somos ni vamos a ser amigos nunca.

El trato con el diablo

#covid19

Querido diario:

Cuando uno trata con el diablo, en realidad no sabe que está tratando con él. El diablo no se presenta como se registra en los días que Cristo pasó en el desierto: hola, soy yo, Satanás y vengo a ofrecerte todo un mundo de tentaciones.

Como tantas veces en la historia se planta delante de sus víctimas, aquellos que le servirán y les venderá el discurso de los justos. No ofrece riquezas, ni poder infinito sobre la faz de la tierra. Te va a ofrecer que alcanzarás la gloria de ser protagonista de entre los justos. Es por ahí por donde venderás tu alma. Serás tú el que busque cualquier excusa para reivindicar su discurso.

Serás un filósofo, un médico, un jurista o un técnico de los más cualificados de este planeta y cada día que pase irás cediendo parte de tu sentido común en pro del discurso de aquél con el que te comprometiste. Llegará un día que tanto habrás cedido, que no habrá una línea por delgada que pueda ser que os separe a él y a ti. Tan delgada como inexistente y ahí habrás descubierto que su destino es el tuyo. Así es como el diablo compra las almas.

El resto es fácil. Dejar que otros manipulen al pueblo, que hagan el trabajo por él. Al maligno no se le reconoce tanto por el resultado nefasto de su proceder, sino por la forma en que lo lleva a cabo. Suele buscarse intermediarios que aparezcan en primera línea porque tiene la tendencia a esconderse tras ellos, porque pese a toda su capacidad para falsear la realidad, necesita de lapsos de tiempos para reconfigurar su sonrisa amable y su gesto preconfigurado.

No, no están ante un gobernante discutible, ni en el peor de los casos ante un gobernante nefasto. Porque si malo es estar ante un mal gobierno, puede ser consecuencia de una postura equivocada desde la mejor de las intenciones. Están ante lo peor que es rendir a la ciudadanía a la más consciente de la peor de las intenciones.

No existe debate entre quienes critican una gestión nefasta y quienes la defienden. Es una polémica artificial. Todo el mundo sabe cómo ha sido la gestión. El debate real es entre quienes la critican y quienes la ven como un precio asumible mientras sigan gobernando «los suyos».

Lo digo por quienes se empeñan en presentar datos para convencer a quienes han prefijado su posición prescindiendo de los datos. Es inútil. Es partidismo, que no ideología, y todo lo partido, por definición de principio, está roto.

Mientras, el epidemiólogo y el astronauta intentan venderle la burra a los niños y adolescentes, con nosotros ya -por lo menos- han tenido la decencia de dejar de intentarlo.

Lo que será recuperable

#diariocovid19

Querido diario:

Entre los muchos momentos de tensión que llevamos vividos en estos días, una de las cosas más intensas que he vivido, profesionalmente hablando, ha sido la defensa de que el permiso retribuido recuperable para las personas trabajadoras por cuenta ajena, regulado por el Real Decreto-ley 10/2020/ de 29 de marzo, con el fin de reducir la movilidad de la población para combatir el COVID-19, es aplicable a los funcionarios públicos. Y ello, enfrentándome a importantes instancias administrativas y sindicales, que han sostenido que no lo es.

Te cuento esto, porque ya pasado el periodo del puñetero permiso retribuido recuperable, el pasado viernes, y recuperado de la perplejidad de la regulación, creo que esto va más allá de una diatriba jurídica que a veces tanto nos gustan a los juristas sostener. Desde la Tercera Legislatura de nuestra reciente historia democrática, en este país se empezó a legislar con el culo. No es que ahora en plena pandemia mundial y de la forma tan cruenta que nos está golpeando en España, nos vayamos a poner exquisitos, era de esperar que no se fuera a legislar bien. Las correcciones de errores que salen en el BOE, así lo demuestran en la cuestión material, en la formal ni hablamos. Legislar por decreto es lo que siempre ha tenido. Cuando llega un momento como en el que estamos, sólo me cabe interpretar y aplicar las normas de la mejor manera posible para luchar contra la pandemia y poniendo por encima los valores de solidaridad y esfuerzo colectivo. Esto es lo único que nos va a llevar a remontar una situación tan difícil.

Ha habido personas interesadas en defender privilegios y no entro en más detalles ni de quiénes ni por qué. Tampoco te voy a contar el debate jurídico. Sólo que hoy ya empiezan a caer los postulados interesados en defender que se excluyese de esas vacaciones forzosas, a los funcionarios de los ayuntamientos frente al personal laboral. La cuestión era o bien los funcionarios no destinados a los servicios esenciales o que no teletrabajaban, tenían que seguir acudiendo a sus puestos, lo que contradice la finalidad de lo que el Gobierno perseguía con su decreto, o bien no tendrían la obligación de recuperar las horas perdidas por su ausencia, lo que, se mire como se mire, constituye una situación de privilegio.

La tragedia que vivimos ha puesto de manifiesto, por el contrario, la dedicación, el compromiso con el servicio y la valentía de una parte muy importante de nuestros empleados públicos: los sanitarios, los agentes de policía y los militares, los empleados de los servicios sociales y de protección civil y tantos otros. Nada de privilegios, precisamente. También ha llevado a muchos otros funcionarios al teletrabajo, con la necesidad de reciclarse y seguir atendiendo al servicio en condiciones que no suelen ser las óptimas. Yo necesito dormir, una buena fisioterapia y gafas nuevas. Y, en fin, ha impuesto sacrificios a otros muchos trabajadores y trabajadoras, que han sufrido la pérdida o suspensión de sus empleos o se verán, al menos, obligados a recuperar las jornadas no trabajadas. Cuando esto pase o, al menos, cuando pase lo peor, todos tendremos que realizar un gran esfuerzo colectivo para restablecer la normalidad y recuperar los niveles de desarrollo económico y social adecuados.

¿Cómo es posible entender, sobre la base de las imprecisiones de un decreto-ley, que algunos grupos de funcionarios pueden quedar exentos de esos deberes?

Los funcionarios públicos no somos un colectivo aparte ni una casta. Gozamos de un régimen de empleo singular que nos garantiza la inamovilidad, que no es poco, con el fin de protegernos frente a injerencias políticas o presiones externas. Pero por lo demás, somos también «personas trabajadoras por cuenta ajena», como los demás. Justamente por eso, la tendencia de la legislación más reciente de empleo público ha sido la de homogeneizar todo lo posible las condiciones de empleo de los funcionarios y los demás trabajadores, entre otras cosas en materia de permisos. Cuando termine el estado de alarma negociaremos cómo recuperar muchas cosas, también esto y espero no encontrarme a ningún sindicato defendiendo a una casta frente a otros empleados y empleadas municipales. Afortunadamente esto es lo que pensamos la inmensa mayoría de los que somos funcionarios públicos, somos legión, conscientes de lo que nos exige este difícil momento que nos ha tocado vivir a todos.

La capacidad de asombro inagotable

#diariocovid19

Querido diario:

No es posible decir que se le agote a uno la capacidad de asombro. Nuestro presidente del gobierno ahora se cree que es JFK. Y nos larga lo que en su boca y persona, no puede pasar de ser una monserga: Lo de que en vez de decir “Qué pueden hacer los demás por mí” digamos lo de “Qué puedo hacer yo por los demás” y quitando eso, no hay más novedad que nos acaba de anunciar dos semanas más de cárcel pero ni media palabra del material sanitario. De seguir así, seguiremos esperando a doblar la curva por el propio decurso de la naturaleza, seguirán muriendo españoles que ni era su hora ni se lo merecían, no parece que vayan a llegar ese material sanitario que nos permita ser eficaces para volver a nuestra vida normal, aunque sea poco a poco, y no destrozar nuestra sociedad. Hay países que ejercen la piratería y nos lo roban en su transporte y nos dicen que eso es así, que es normal. Me acuerdo de mis clases de Derecho Internacional Público y Privado, de las patentes de corso, de la Armada Invencible y de lo que hemos sido como nación y lo dejo, mejor no sigo dándole vueltas al tema.

Me quedo con el consuelo de la valoración que dan los ciudadanos a los Ayuntamientos, a las Comunidades Autónomas, al Gobierno de España y a la Comunidad Europea en la gestión de esta tragedia.

Los Ayuntamientos no salimos mal. Un notable bajito. Me siento orgulloso. Somos los que menos recursos tenemos pero lo suplimos con las personas, con los recursos humanos. Lo estamos haciendo lo mejor que podemos y parece que podemos hacerlo bastante bien. A lo mejor deberíamos pensarnos las cosas cuando esto termine y dejar que nuestros recursos económicos y productivos sean mejor gestionados por quienes mejor están demostrando que saben hacerlo. Si además nos dejarán votar listas abiertas, ni cerradas ni bloqueadas, en las elecciones municipales, a lo mejor también podríamos aspirar al sobresaliente, aunque fuera también bajo.

Lo del coronavirus es como un duelo.

Diario de #Covid19

Querido diario:

Creo que nadie se salva de que esta situación nos haya superado. Nos ha superado a todos, en mayor o menor medida. No se ya si el silencio de los medios es bueno, malo o medio pensionista. Tampoco nos hace falta más información truncada, incompleta e incluso falseada, para saber que las cosas no van a mejorar a corto plazo. Lo que sí tengo claro, como un mantra, es la verdad universal del poeta: todo pasa. Esto también pasará.

Ahí es cuando te acuerdas de la mentalidad positiva y de, en mi caso, mi divorcio y aquellas breves pero intensas sesiones con unos profesionales que me hicieron reconocer las etapas y las emociones a las que me iba a enfrentar. Aquello me ayudo, ciertamente. Es como ver una película de miedo sabiendo de antemano dónde, cuándo y cómo va a salir el del cuchillo. Puedes echar el rato riéndote y desde luego te vas a ahorrar un mal rato. Ya… la película pierde la gracia, pero puedes dedicar la hora y pico en discurrir en otras cosas con la mente despejada.

Pues esto creo que, sin quererlo, me lo he tomado igual. Debería haber caído antes: lo del coronavirus es como un duelo. Las fases del duelo, si valen para la muerte inesperada de un ser querido o para una ruptura sentimental que te encuentras sin bulla, para esto también vale.

La fase de negación creo que ya la hemos superado todo el mundo, nunca mejor dicho, el mundo mundial. Hasta los flemáticos británicos y el pelo de panocha yanqui. Nadie esperaba que algo de los chinos nos fuera a llegar si no era un pedido de Ali Express, pero nos ha llegado y nadie lo niega ya.

La fase del enfado o incluso la ira. También la he superado. Confieso que yo he sido uno de tantos que he intentado buscar razones causales y culpables. Ya dejo de buscarlos y de señalarlos. Ya les llegará el momento y, como siempre pasa en estas cosas, nunca sabremos de verdad y a ciencia cierta quienes han sido los culpables y, menos aún y lo más terrible, por qué. Si salimos de esta con vida y salud, tampoco nos va a solucionar mucho quemar en la hoguera a nadie porque después de esto nos queda un largo y duro camino para recomponernos.

Creo que ahora mismo, justo por eso te estoy contando estas cosas, estoy ya en la fase de negociación. El Gobierno no, pero le queda poco. Son un poco más lentos o tienen un culo más grande que proteger que el mío, pero ya se están tardando. Yo reconozco que lo tengo más fácil, sólo tengo que negociar conmigo mismo, poniendo en la balanza lo que gano y lo que pierdo, aunque todavía no lo tenga claro, ya lo intuyo. Jugar al ajedrez me ha servido para algo a fin de cuentas. No soy capaz de dar un jaque en seis todavía en esta partida, pero me voy acercando. El Capitán A Posteriori no ha jugado ni al tres en raya en su vida. Nuestros gobernantes lo tienen más complicado. Tendrán que negociar pero algunos no son capaces aún por su prudencia, otros por su profunda sociopatía, otros por su cobardía y otros por su incapacidad.

Sí, hay incapacidad cuando un ministro se larga de permiso de paternidad en una crisis y se asoma un momentito para decir “«Hemos comprobado que ahora que no hay eventos deportivos… han bajado las estadísticas de apuestas deportivas». Quédate en casa cariño, de verdad. Quédate en tu puta casa y sigue con los pañales. Yo veintidós ministros ahora mismo, como que no lo veo. Y creo que es cuestión de tiempo que el Presidente del Gobierno, de un positivo en COVID19 (sea falso o no me da igual) y desde un hospital militar nos dirija un mensajito lacrimógeno a la nación para darnos penita.

Hay que buscar una solución a esto en el momento que estamos y a lo que viene y necesitamos a los mejores. Las pérdidas no vamos a poderlas recuperar. Las humanas. Los muertos. Pero tenemos que conseguir que sean los menos posibles con los medios a nuestro alcance.

Y por hoy, querido diario, aquí me quedo. Nos queda la fase del dolor emocional. Lo de la depresión, la tristeza por lo que hemos perdido. Pero eso encerrados en casa, es difícil pasarlo y con la censura informativa, más propia de un estado de excepción que de un estado de alarma, es complicado. Andan diciendo que se están comprando a los medios de comunicación con dinero público para que hablen bien de los que nos gobiernan y no cuenten la cruda realidad. Y yo digo que una mierda. Comprar es otra cosa. Lo que se está haciendo es soborno y con nuestro dinero. Alguien dirá que es para protegernos, y yo diré entonces que son dos mierdas. Una para ahora y otra para cuando se la terminen.

No tengo ni idea cuando nos llegará la fase de la aceptación. En qué momento, cada uno de nosotros, asumiremos que las cosas que hemos perdido eran inevitables o que no lo eran, eso va a costar tela. Porque no es lo mismo aceptar que olvidar.

Antes de que todo esto empezará a cuajar como la gran tragedia que es, colgaba en mi muro de Facebook que en el año 1784, por una epidemia ocurrida en Sevilla, se escribió esto tan importante: ‘El que desea llegue a memoria de los venideros algún suceso de los tiempos presentes, ha de observar una constante verdad, método y claridad’.

También escribí que de esto no sé qué llegará a la memoria de los venideros… Pero me reafirmo en que no soy culpable de nada, excepto de haberme sabido ganar mi propia fortuna y de no olvidarme nunca que es mía. El de la coleta anda calentando motores reafirmándose en su muy particular defensa del artículo 128 de la Constitución, que establece que «toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general», parece que esa es su clave para hacer frente a la crisis del coronavirus. Parece que éste ha llegado ya a la fase de la aceptación con el dinero de los demás, como siempre le pasa. Ay coleta! Mis muertos, mi solidaridad y mis recursos son míos y lucharé por gestionarlos como mejor pueda.

Ayer ya presenté la declaración de la renta. Los chiringuitos que los paguen los que vayan a la playa. Y este año no pinta bien la cosa. Ah! Por cierto, está nublado y llueve y hay que intentar tomar el sol un poquito, diez minutos y en el brazo aunque sea. La vitamina D es importante.

El Estado de Alarma y la información

Diario de #Covid19

Querido diario:

Aplaudir de día me ha dado un subidón. El veranito está ahí cerquita y pronto lo estaremos disfrutando, espero que con toda la gente a quien quiero y gozando de buena salud al menos. Ya paso de seguir las noticias. Sólo lo que selecciono bajo mi mejor criterio en Internet. Hay medios que van a dejar de informar de las ruedas de prensa del Gobierno (salvo medidas de calado), hasta que la Secretaría de Estado de Comunicación habilite un sistema que garantice la libertad en la formulación de las preguntas que responden los miembros del Gobierno y sus asesores y la posibilidad de repreguntar.

Recuerdo a mi profesor de Derecho Constitucional, en una tarde, cuando tocó hablar del estado de alarma, nos decía que en momentos como los que vivimos, el papel de la prensa es especialmente importante y debe ser garantizado, protegido y no limitado. En aquel momento nuestras tiernas mentes sólo alcanzábamos a imaginar un estado de alarma por un terremoto, a lo más un tsunami, que afectara a una parte concreta del territorio español; nunca algo como esto. Entonces la prensa era otra cosa y lo que aquel señor nos decía, lo creíamos a pie juntillas. Aparte del Marca, (que yo ojeaba por las infografías, que me encantaban, ya sabes que no me gusta el fútbol) leíamos otras cosas, se podía leer sin que te entrase fatiga y podías formarte un criterio propio.

Me alegro de que haya personas y medios que no estén dispuestos a seguir traicionando la Constitución y el derecho de la sociedad española a una información libre y veraz. Muy orgulloso de ese periodismo emergente que tanta falta nos va a hacer en los tiempos que nos aguardan. Esta tarde mi aplauso también ha ido por ellos y por la esperanza.

Nada está escrito

No conocerás el miedo. El miedo mata la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mí y a través de mí. Y cuando haya pasado giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allá donde haya pasado el miedo ya no habrá nada. Solo estaré yo.

Frank Herbert, Dune (Dune Chronicles, #1)

Diario de #Covid19

Querido diario:

El mantra de la Bene Gesserit funciona. Cuando el miedo pasa, todo se ve más claro. Le estaré siempre agradecido a Frank Herbert. Ha sido un día movidito.

La conciencia de que esto va a durar más de lo que se creía al principio, ha cogido a contrapelo a más de uno y ha removido conciencias o corazones y aflojado los esfínteres (no se si literalmente, por whatsapp esas cosas no se perciben).

Estoy bien de fuerzas, el ejercicio ayuda, pero tendré que buscar el mantra de la paciencia. Si no #cuandoestotermine voy a tener algún problema de más. Las cifras, las estadísticas y los números. A ver, no me creo que aquí en España haya una tasa de mortalidad del 13%, 64.000 positivos y 4.800 fallecidos. Cuando la letalidad está más cerca del 1% que del 2%, Aquí hay alguien que ha decidido pasar de contar mejor el número de infectados. La muerte es una certeza. Dejamos de hace pruebas a los leves o sin síntomas. La parte buena entonces es que no mata tanto, pero se contagia mucho. Tiene que haber mucha gente contagiada y por lo tanto, esto irá para largo.

Leo también por twitter que ya comunidades autónomas como Andalucía o Madrid, no sacan estadísticas de contagio y fallecimiento por franja de edad. Eso era clave para sacar conclusiones. Tenemos que proteger mucho, pero que mucho a nuestros mayores. No se merecen que les robemos ni un día.

Hay una escena que no me cansaría de mirar en estos momentos y anda por YouTube. Está sacada de la película Lawrence de Arabia. Es cuando los árabes junto con el militar inglés terminan de atravesar el desierto. Un joven árabe se queda en la frontera del desierto, sobre su camello, esperando a Lawrence. Pasan las horas y el sol va castigando. El pobre árabe que se ha perdido, camina solo hasta que cae derrumbado. El joven que espera a Lawrence está tratando de protegerse del sol. Mira al horizonte y ve algo pero no está seguro. Azuza a su camello, que da unos tímidos pasos. Se detiene. Cree ver algo y espolea al animal, que da otros pasos. De repente, le da con los pies y sale al galope. ¡Es Lawrence!

Lawrence vuelve con el árabe medio muerto que está atrás, en la grupa de su camello. Entra en el oasis aupado por gritos de victoria de la tribu. El camello se echa al suelo con Lawrence encima. El jefe de los árabes le pasa un odre con agua. Y sin quitarle la mirada, Lawrence le dice. “Nada está escrito”. Contra el fatalismo que nos acecha, a mi esta secuencia me da ánimos. Casi que me pone. Me gustaría que pudiese depositar mi voto y mi confianza en personas así. Nada está escrito. La vida se nos va a llenar de problemas. La vida personal, familiar, laboral, empresarial y hasta la vida de una sociedad se va a ver sometida a una dura prueba.

Algunas cosas parecen insuperables. Pero no hay más remedio que afrontarlas. O por lo menos, no dejarse llevar por el fatalismo del ‘no se puede’ que es nuestra versión del ‘está escrito así’. Unamuno decía que el español vive en un permanente sentido de la tragedia. Del fatalismo. Creo que es más una filosofía que una actitud. La mayor parte de la gente se queja del destino, pero a final lo afronta. El español afronta los problemas como puede, y se queja mucho de ellos. Creo que la versión española de esa secuencia sería la del capitán Méndez, volviendo a internarse en el desierto en busca de un desgraciado, aunque en el camino le escucharíamos decir toda clase de insultos y de quejas. “Desde luego, cómo se le ocurre. ¿Por qué tengo que ser yo el que salga en su rescate? ¿Quién ha organizado esta expedición?”. Le echaría luego la culpa al gobierno, a los estamentos, a la organización o a lo que fuera. Pero volvería con aquel desgraciado sobre la grupa del camello. Eso sí, luego se pasaría toda una semana contando lo que sufrió para salvar a aquel pobre desgraciado. Pero lo salvaría. Es mi actitud frente a la fatalidad y, como decía el Risitas, a quien no le guste tendrá que arañarse la cara.